Ocurre que a veces, después de cuatro años de entrenamiento y sacrificio en la más absoluta discreción, es una mala caída, un calambre, un milímetro o una milésima de segundo lo que separa una medalla de un diploma olímpico. Y casi parece que un diploma sea poca cosa. No está claro que el éxito pueda medirse sólo con las medallas y, en cambio, parece que no haya éxito sin medalla en esta carrera por el medallero.